PARROQUIALES

25 agosto, 2011

EL SEÑORÍO DE JESÚS Y EL PERDÓN EN LAS COMUNIDADES

P. Adolfo Losada – 16-10-08

Después del retiro de Evangelización suele ocurrir en un primer momento que confundamos la belleza del Señor con nuestra propia belleza. Es el tiempo de la luna de miel de la Comunidad. Pero esto dura poco. La gente nos pregunta por qué vamos a la Iglesia si allí se ven tantas miserias humanas como en cualquier otro lado, ¡y es verdad! La experiencia nos muestra que donde más abunda la ley, más se ve la miseria. Lo que más nos enoja del otro es lo que más se asemeja a nosotros. Me enojo con lo que de mí se refleja en el otro.



Etapas.
En el Retiro de Evangelización descubro la alegría de seguir a Jesús, decido cambiar de vida, deseo padecer por Él, deseo la santidad, resplandecer y trabajar por la comunidad. Jesús por la fe quiere hacernos justos. Creyendo en El, por estar unido a El me voy haciendo más bueno.

El hombre evangelizado es un hombre apasionado por Jesús, por su Reino y por su Palabra. Todos tenemos tendencia a algún pecado capital, y en el Retiro hemos renunciado a ese pecado.
Después del Retiro de Evangelización nuestra casa ha quedado vacía (de posesiones, personas, cosas), barrida (de pecados y resentimientos) y ordenada (he reformado mi vida), pero cuando uno no logra ordenarse, la casa se vuelve a ensuciar y a llenar.
El orden es la disciplina del espíritu.
Hay dos signos, dos síntomas, que nos indican esta recuperación: estamos inquietos y nos enojamos fácilmente.
Hay una regla de oro: nadie le cambia la vida a nadie. Uno mismo es el que tiene que cambiar de vida y luego contagiar por contacto.

La primera conversión es el bautismo,
- luego viene la conversión del Retiro de Evangelización, el cambio interior de mente. Dejar el hombre viejo y ser en Cristo un hombre nuevo. Apartarse del pecado, de las obras de Satanás y de los resentimientos y optar por el Señor.
- Después viene una nueva conversión, la segunda o la tercera si contamos la del bautismo, donde el Señor se convierte en Mi Señor. Para eso tengo que saberme elegido. Yo elijo, Señor, lo que tú elijas para mí. Es un acto de confianza en el amor, porque sé que Él está eligiendo lo mejor para mí.
Para esto tenemos que hacer una oración:
“Señor dame la gracia de entender interiormente qué significa desprenderme de mí mismo. Dame la sabiduría para vivir esto diariamente.

Si estoy muy agarrado a mí mismo, va a bastar que alguien me roce para que me crispe.

El pecado original nos ha llenado de miedo y creemos que si no nos cuidamos a nosotros mismos, nadie nos va a cuidar. Esto es una mentira nos cuida Dios. Quiero estar preparado para elegir lo que Él elija para mí. Cuando me desprendo de mí mismo, Dios me da más.

El perdón es fuente de salud para mí y para los hermanos.

Cuando dos personas están muy enojadas, lo que menos tienen que hacer es hablar del problema, porque lo harán desde la herida. Hay que entrar en lo profundo del corazón.

El enojo es un factor de envejecimiento. Hay que ser pronto en escuchar y tardo para hablar. La resistencia a obedecer es porque queremos salirnos con la nuestra. Hay gente que siempre discute con el Señor, que tiene una actitud permanente de protesta, que hace perder tiempo.
Si no quiero perdonar porque la falta que han hecho contra mí es “irreconciliable”, en el fondo estoy muy enojado con mucha gente desde hace mucho tiempo. Tengo que darme cuenta de ello y pedirle al Señor la gracia de ver todos los rencores que tengo guardados.

El perdón es liberación y sanación profunda de la persona. Es don de Dios pero también es decisión mía. “En el nombre de Jesús, xx yo te perdono. Padre bendícelo y dame a mí la gracia de desprenderme”. El perdón es una fuerza poderosa.

Tenemos que ser tolerantes con nuestro propio pecado. Quien oculta su pecado tiene poca capacidad de perdón. Tenemos que pedir que el Espíritu Santo nos revele nuestro pecado. Quien perdona tiene una alta capacidad de ser criticado porque sabe que el Señor es más grande que su conciencia y que su pecado. El pecado no lo podemos arreglar. El cristiano se arrepiente, pero no siente culpa. El rencor es una fuente de enfermedad. El Señor se compadeció de quien le debía, lo dejó ir y le perdonó la deuda.

La confesión mensual nos ayuda a perdonar porque nos ilumina sobre nuestro pecado. Comprendo bien en la práctica qué significa elegir lo que Dios elige para mí.
Hasta que en mi corazón no sienta con total claridad el amor es preferible esperar. El proceso del perdón necesita tiempo. Son momentos de alta espiritualidad

¿Cómo sé que me voy haciendo semejante a Jesús?
Siento atracción hacia el enemigo en el corazón, porque entro en el corazón de mi corazón y amo desde allí. Busco los caminos de Jesús y le pido amar a esta persona con amor sobrenatural.
Para ver con claridad los diagramas siguientes clickear sobre ellos

Fuente:
GISELE RIVERTI

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